martes, 4 de marzo de 2008

Asistí ayer a una conferencia sobre el liderazgo. Llegaron unas 1.500 personas a escuchar a los conferencistas. Fue una tarde muy interesante para mí y pude aprender algunas cosas sobre el liderazgo. Pudimos adorar juntos y escuchar a varios oradores. En general, la visión que tienen es que haya muchos líderes a través de América Latina para que el evangelio de Cristo sea conocido por todas partes. Creo que la idea es muy buena y me gustaría participar lo más que pueda en desarrollar líderes para las generaciones que vienen.

Sin embargo, una de las preocupaciones que tengo y que está fuerte en mi corazón es algo que no sucedió ayer y que me habría gustado que hubiera sucedido y que crea es algo que no sucede en muchas de nuestras iglesias. Hemos dejado de creer que el evangelio es para cristianos. Hemos creído profundamente que el evangelio de Cristo es para los que necesitan llegar a la iglesia – tienen que entender que son pecadores y que no se pueden salvar a si mismos y así llegar a entender que sin el perdón que Jesús ofrece, están condenados a una eternidad sin Dios. Pero de alguna forma, después de creer el evangelio, hemos pensado que el evangelio de Cristo no es el método para que uno camine en la vida cristiana. Después de entrar por la puerta del evangelio, de allí en adelante, uno tiene que aplicar los principios Bíblicos que hay y esforzarse por vivir una vida Santa. Por lo tanto, las conferencias, los sermones, los estudios Bíblicos, etc., están llenos de ayudas prácticas a como poder aplicar estos principios a nuestras vidas. El problema es que no hacen cambios verdaderos. Claro que podemos cambiar algunos comportamientos por un esfuerzo propio, pero el dominio propio además de los demás frutos del Espíritu Santo no vienen por esfuerzo propio – son frutos, son un resultado de otra cosa. Pablo les pregunta a los Gálatas en Gálatas 3, cómo recibieron el Espíritu – si acaso fue por las obras de la ley o por creer lo que habían sido enseñados. El punto que él está haciendo es que el Espíritu Santo viene por fe y luego trabaja su fruto en nosotros. ¿Pero, fe en qué? Lo que habían escuchado era el evangelio. Si queremos ver el fruto del Espíritu Santo hacer cosas maravillosas en nuestras vidas, tenemos que volver vez tras vez al evangelio, porque la verdad es que se nos olvida. Llegamos a pensar que el pecado ya no tiene dominio sobre nosotros y creo que estamos auto-engañados. En Romano 1:15, Pablo les dice a los romanos que él anhela predicarles el evangelio. Obviamente está hablando de una iglesia y de gente creyente.

El problema con lo que pasó ayer fue que nos dieron unos principios estupendos, pero salí un poco mal porque pensé que la gente iba a pensar que iban a poder cumplir con esos principios. Quiero contarles de que a pesar de mi esfuerzo por aplicar los principios del buen liderazgo a mi vida, he llegado a la conclusión que soy un líder inseguro y que constantemente me estoy equivocando. La única manera que voy a aprender a ser un líder seguro es que si el Espíritu Santo me revela mi pecado – el deseo de evitar las decisiones difíciles o de confrontar a las personas que necesitan ser confrontadas, o la tendencia de ser un dictador – que todo salga como yo quiera – que Jesús me revele mi pecado para que pueda arrepentirme de verdad y encontrar el perdón de nuevo y de nuevo. Esa es la única cosa que va a hacer un cambio grande en mí y que va a producir en mí un líder más seguro para que él reciba la gloria.

Si queremos esforzarnos por algo, esforcémonos por conocer a Jesús mejor, esforcémonos a pedirle que nos muestre nuestro pecado, esforcémonos a arrepentirnos de todo corazón, sabiendo que entre más vea mi pecado, más grande ý más bello va a ser Jesús en mi vida y por lo tanto, más fruto va a haber.

Bueno, ese es mi pensamiento para esta semana. Capaz que es un poco teológico, pero era algo que viví ayer y quería hacer un comentario al respecto. Anhelo a que ustedes oren que Jesús me muestre mi pecado, para que él se pueda gloriar en mí.

Salmo 37:4: Deléitate en el SEÑOR, y él te concederá los deseos de tu corazón.

2 comentarios:

Daniel Molina dijo...

Me acuerdo haber leído en Internet, ese mismo día, sobre este evento.

Lamentablemente no supe mas detalles.

Haciendo un juicio apresurado, me precipité a calificarlo como innecesario al punto de intervenir dentro del orden de gobierno de nuestras Iglesias. Los objetivos y motivaciones pueden ser nobles y puros, y el desafío gigantezco.

Mi opinión personal es, que pese a ser una buena motivación y un buen desafío, no deja de ser preocupante pensar en los futuros resultados en la práctica eclesiástica "chilena".

Nunca esta demás una buena dosis de aliento de otros ministros con una basta experiencia. Siempre tenemos algo que aprender de otros colaboradores del reino.

Sin embargo, me es difícil aceptar modelos exógenos sin consideraciones culturales.

Creo firmemente que los principios extraídos de las escrituras por otros colegas de "la" Iglesia, son aplicables y practicables solo después de una adhesión personal, con convicciones propias que vienen a sazonar los principios enseñados. De hay que, los principios no pueden, en ellos mismos, producir cambio alguno. Necesitan nuestra adhesión, nuestra convicción. Tienes razón en cuanto al esfuerzo propio... solo me nace una pregunta en relación a los esfuerzos propios: por supuesto que todo esfuerzo con motivaciones meritorias es condenado por la biblia...
Puede -el fruto-, ser un resultado de la obediencia al Espíritu Santo?, o sea, en orden cronológico, seria la enseñanza del E.S., el principio bíblico, la adhesión, la convicción, el esfuerzo propio, la practica como fruto.

Mark dijo...

Daniel,

Gracias por compartir esto. No lo vi y por eso no te contesté.

Mi único punto del evangelio es que creo que la tendencia de todo corazón humano - algo que heredamos de nuestros primeros padres - es la justificación por obras. O sea, estamos siempre buscando ser suficientemente obedientes para que Dios nos acepte. Ahora, creo que la obediencia es muy importante en la vida cristiana pero la pregunta es cómo. Escuché una historia de Tim Keller, pastor de una iglesia en Nueva York, donde él dijo que cuando estaba en la universidad, tuvo que escuchar a Mozart en un curso de apreciación musical. Bueno, tuvo que escuchar a Mozart para pasar el curso y tuvo que pasar el curso para poder titularse y tuvo que titularse para poder sacar un postgrado y tuvo que sacar un postgrado para trabajar como pastor y ganar dinero para sustentar a su familia. En un sentido, tuvo que escuchar a Mozart para ganar dinero.

Pero después dijo que algo muy curioso sucedió. Que cuando ya estaba trabajando, el gastaba dinero para escuchar a Mozart. O sea, era algo que quería hacer.

En los dos casos estaba escuchando a Mozart - uno era por deber y era una carga porque no era un fin en si. Tuvo que hacerlo para lograr otra cosa. Pero cuando salió, él disfrutaba a Mozart porque si no más.

Es igual en la vida cristiana. El legalista usa la ley para lograr el amor de Dios y la ley llega a ser una esclavitud para él - o sea, esa persona está simplemente usando la ley de Dios para sus propios fines - para lograr el amor de Dios.

En cambio, la persona que ama a Dios, ama su ley y, como nos dice el salmista, medita sobre ella porque sabe que la ley define quien es Dios. ¿Será que el salmista estaba meditando sobre la ley para lograr otra cosa o porque creía que la iba a poder obedecer fielmente? No lo creo. Creo que meditaba sobre la ley porque amaba tanto a Dios y Dios hizo cambios profundos en él - el fruto.

Bueno, estos son mis pensamientos al respecto.

Saludos.