martes, 24 de marzo de 2009

Las Dos Tendencias

La semana pasada hablé de dos verdades en todo ser humano; fuimos hechos a la imagen de Dios pero con una visión distorsionada del mundo por causa de la caída de nuestros primeros padres.  Y aunque podemos tener el perdón de nuestros pecados a través de Jesús, igual, estas dos tendencias continúan en nosotros.  Aunque Romanos 8:1 dice que no hay ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús, el capítulo 7 de Romanos nos deja claro que Pablo luchaba con el pecado en su vida.  Podríamos decirlo de otra forma: somos desastres amados.  Este es el mensaje del evangelio.  Nuestro pecado es mucho más profundo de lo que nos podemos imaginar pero el amor de Jesús es más profundo aún.  Y es ese amor que empieza a restaurarnos para que reconozcamos los tremendos dones que tenemos por haber sido hechos a la imagen de Dios.

Bueno, creo que hay dos tendencias en la iglesia frente a estas dos verdades.

Hay iglesias que se enfocan principalmente en la gracia; fuimos rescatados, somos nuevas criaturas, la imagen de Dios ha sido restaurada en nosotros, el pecado está atrás, ya no somos pecadores – aunque a veces pecamos, no somos pecadores.  En la mayoría de estas iglesias, hay un enfoque mayoritario en el amor de Dios, en su presencia, en su poder, en la experiencia de él, en su victoria, etc.  Se enfocan principalmente en esos pasajes bíblicos que hablan del amor de Dios.

Hay otras iglesias que se enfocan en la caída del hombre.  En estas iglesias, el enfoque está en el pecado y el de explorar las profundidades del pecado; se aplican rigurosamente los pasajes de la ley que hablan de la obediencia y de la conformidad porque de esta forma, piensan que pueden impulsar a la gente a una mayor obediencia y por lo tanto una mejor relación con Dios.

Ahora, ¿cuál es el enfoque correcto?  Los dos tienen verdades.  Es cierto que somos pecadores y también es cierto que hay gracia en Jesús.  El problema surge en que si nos enfocamos en uno o el otro.  Si nos enfocamos principalmente en la gracia, llegamos a ser personas de licencia, excusando cualquier tipo de acción o comportamiento.  Es muy fácil llegar a tener una religión de pura experiencia y sin fondo.  O sea, es fácil caer en la herejía.  Pero si nos enfocamos mayormente en la ley de Dios y la obediencia, llegamos a ser legalistas.  Y ese legalismo sofoca una experiencia de Dios que es tan necesaria para el cristiano.  Uno sin el otro nos lleva a lugares donde no queremos estar.  La gracia sólo es gracia si entendemos nuestro pecado.  Pero la única forma de que vamos a poder ver nuestro pecado es si vemos la gracia de Dios.  De otra forma es demasiado doloroso. Pasamos la mayor parte de nuestras vidas tratando de esconder nuestra condición no sólo de otros sino que también de nosotros mismos.  Es sólo cuando entendemos el amor de Dios, que a pesar de nuestro profundo pecado, él nos ama por causa de Cristo, que podemos abrirnos y empezar a explorar los temas que hay.  Jesús dijo que la verdad nos haría libre.  Pero es imposible que veamos esa verdad a menos que entendamos que ya no hay condenación para nosotros.  El precio fue pagado.  Fue gratis para nosotros, pero no fue barato.  Jesús tuvo que pagar ese precio.

Entonces, para un buen entendimiento del evangelio de Cristo, tenemos que entender que fuimos hechos para volar, para amar, para ser amados.  Fuimos hechos para entender el amor de Dios, cuyo amor nos perdonó.  Pero también tenemos que tener claro las razones por la que ese amor tuvo que perdonarnos; que no pudimos volar, estuvimos entrampados y nuestra visión del mundo estaba y todavía está distorsionada.  En fin, el que entiende las buenas noticias de Cristo tiene muy claro que es más pecador, más fallado, más podrido de lo que puede imaginar, pero que a la vez, Jesús murió por él y entonces entiende que es más amado de lo que puede aun soñar.  Los más grandes sueños de amor y de pertenencia no llegan ni cerca de lo que es el verdadero amor de Dios para con nosotros que están en Cristo Jesús.

Entonces, lo único que nos queda es el arrepentimiento y la fe.  La vida cristiana se caracteriza por un constante arrepentimiento de nuestros pecados y una constante mirada a Jesús por fe que él nos ha perdonado.  Es una vida de dependencia total.  Este es el camino de gozo, de satisfacción, de realización.

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