martes, 17 de marzo de 2009

Las Dos Verdades

Vuelvo a escribir mi blog hoy día.  Les quiero hablar de dos verdades de cada ser humano.

Primera verdad: cada ser humano fue hecho para gloria.  Por ser hechos a la imagen de Dios, cada uno de nosotros, y esto incluye a cada ser humano que ha existido o que va a existir, es bello y es capaz de hacer cosas fantásticas, cosas muy buenas.  Fuimos hechos para construir, mejorar, descubrir, ayudar, aprender, amar, conquistar, disfrutar, soñar, anhelar el bien y muchas cosas más.  Fuimos hechos para entregarnos a otros, para trabajar, para investigar el mundo.  Somos criaturas maravillosas; llenas de dones, de conocimiento, de habilidades, de profundos anhelos a que las cosas sean mejores y buenas.  En fin, los rasgos de nuestras raíces, que somos criaturas de Dios y reflejos de su gloria, todavía están.  Pero hay un problema.

Segunda verdad: el problema es que el hombre cayó en el Huerto de Edén.  O sea, la gloria que tuvimos se distorsionó.  No podemos negar quiénes somos, criaturas que en sí reflejan la gloria del creador quien los creó a su imagen.  Pero esa gran gloria se distorsionó porque el hombre no quería admitir y todavía no quiere admitir que su capacidad de hacer el bien en el mundo no es algo que él puede producir, sino que es un mero reflejo de alguien externo a él.  O sea, la caída del hombre produjo una brecha entre él y su creador.  El creador todavía ve las cosas muy claramente, pero el hombre se encegueció.  El hombre, en su forma natural, ya no puede ver a Dios y esto ha hecho que haya mucha tristeza en el mundo.  O sea, la caída del hombre fue tan profunda, que él ni siquiera se da cuenta que el mundo entero está gimiendo, incluyéndolo a él.  Romanos 8: 23 nos dice: Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto.  

¿Te has preguntado alguna vez por qué las cosas no funcionan?  Tarde o temprano, las relaciones que tenemos experimentan problemas.  En algunos de los casos, ellas revientan y los dos lados se hieren profundamente.  Algunas veces esas heridas nunca se sanan.  ¿Quién de nosotros no tiene profundas heridas que vienen de parte de otra persona?  Estamos en un mundo que gime porque está bajo la fuerte maldición que está por causa del pecado.  Pero ¿quién de nosotros no anhela un mundo distinto?  ¿No ven que las dos fuerzas están siempre en nosotros – el anhelo a que las cosas mejoren y estén bien, pero a la vez una ceguera del por qué no funcionan?

Ha sido siempre el propósito de Dios de remediar este problema.  La venida de Jesús fue para esto.  Su muerte por el pecado es la clave por la que el mundo va a dejar de gemir algún día.  Podemos decir que el mundo fue exiliado y la muerte de Jesús fue para llevar el mundo de vuelta a la gloria que él tanto quiere que entendamos y tengamos.  El vino para reestablecer la relación entre el Padre Dios y el hombre.  Algunos se quejan porque dicen que somos exclusivistas.  Dicen que no puede ser que haya un solo camino a Dios.  Pero mira, lo que estamos diciendo es que Dios mismo bajó para proveer ese camino.  El negar que Jesús sea el único camino es igual a negar todo lo que creemos y todo lo que la Biblia enseña.  La Biblia claramente dice que el que reconoce que está bajo maldición, que está en un mundo donde uno no sólo recibe heridas de otros sino que también ha sido el autor de muchas heridas hacia otros, y que acude a Jesús, el que pagó el precio por sus pecados, tendrá vida eterna y puede tener la esperanza que algún día el gemido va a desistir y todo va a ser como debe ser.  La promesa es que Dios va a hacer una nueva tierra y un nuevo cielo donde todos los suyos van a poder construir, mejorar, descubrir, ayudar, aprender, amar, conquistar, disfrutar, soñar, anhelar el bien, etc., y todo esto sin impedimento alguno.  Ya no va a haber más tristeza ni dolor.  Ya no va a haber llanto.  Apocalipsis lo dice de la siguiente forma:

Apocalipsis 21:1-5  Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, lo mismo que el mar.  2  Vi además la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios, preparada como una novia hermosamente vestida para su prometido.  3  Oí una potente voz que provenía del trono y decía: « ¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios.  4  Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir.»  5 El que estaba sentado en el trono dijo: «¡Yo hago nuevas todas las cosas!» Y añadió: «Escribe, porque estas palabras son verdaderas y dignas de confianza.»

Él hace todas las cosas nuevas.  El problema es que nosotros hemos querido ser las personas que podían hacer todas las cosas nuevas.  Estamos llenos de proyectos, de planes para mejorar las cosas.  Pero él claramente dice que es él el que hace las cosas nuevas, el que mejora las cosas.  Hemos querido un mundo mejor, pero sin su creador, y no hay ninguna posibilidad de que esto ocurra.  Es por esto que necesitamos ver al único que tiene el poder para restaurar.

La pregunta es ¿has conocido al único camino al Padre?  ¿Tienes una relación personal con Jesús?  Jesús dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí. (Juan 14:6)

La próxima semana voy a hablar de cómo estas dos verdades afectan a la iglesia.

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