martes, 8 de abril de 2008

La Lección del Perro

Hoy día se escapó mi perra, Sadie. Ella ha estado con nosotros por 9 años ya que pudimos elegirla siendo cachorra. La queremos mucho y nos daría mucha pena perderla, pero hoy pensé que eso había ocurrido. Uno de los niños dejó la reja abierta y ella se arrancó porque le encanta salir a pasear sola - ¡tantos olores por todos lados! Bueno, resulta que aprendí algo de mi corazón hoy día también. Me di cuenta de cuan fácil es enojarme por estas cosas que suceden. Estaba enojado con mi hijo (el que dejó la reja abierta), estaba enojado porque tuve que pasar tanto tiempo buscándola - y no era mi culpa, estaba enojado con los que me rodeaban y empecé a preguntarle a Dios por qué nos había quitado nuestra perrita tan amada. A lo mejor esto suena como muy menor, pero son las cosas menores que Dios usa en nuestras vidas muchas veces para ayudarnos a ver donde estamos poniendo nuestra confianza.

Por un momento traté de darle las gracias a Dios por esta situación y que él hiciera lo que quisiera. Si quería devolvernos la perrita, bien; y si no, bien también. Pero aunque mi boca estaba formando las palabras, mi corazón seguía enojado.

Ahora, me di cuenta de otra cosa también. No tenemos ninguna posibilidad de cambiar lo que estamos sientiendo en nuestros corazones. Podemos fingirlo, pero el cambiar un corazón requiere de un poder mucho más grande que el nuestro. Me di cuenta hoy día que mi pecado es mucho más profundo de lo que pensaba; que mis sentimientos y mi paz están tan ligados a mis circunstancias. Y cuando mi hijo encontró a Sadie a las 15:30 (se arrancó a las 8:00 esta mañana), me di cuenta de otra cosa. Que a pesar de mi fuerte pecado y mi dependencia tan fuerte de mis circunstancias para estar bien, mi Padre en el cielo me ama y me está cuidando y tenía que hacer lo que hizo hoy para que me diera cuenta de que el que depende de sus circunstancias para estar bien, debe tener una vida sin paz - con puras luchas. Y ahí me vi a mi mismo de nuevo. También, pude ver a Jesús, el que ignoró sus circunstancias, y que por puro amor fue a una cruz para morir por este miserable pecador que se enoja por cualquier circunstancia negativa de la vida.

Y cuando pienso en Rafael Bononato y la manera en que enfrentó su muerte - con mucha paz, estoy convencido que Dios puede cambiar un corazón. Oh Señor, sálvame de mi mismo. Tú eres la única fuente de esperanza en la vida, el único que es confiable, él único que controla todas nuestras circunstancias y las lleva a cabo para nuestro bien, y eres el único que puede cambiar nuestros corazones.

Quería que lo supieran no más. Y les pido que igual, le demos las gracias en todo - y si lo estamos fingiendo, digámosle eso también. Y sobre todo, pidámosle que cambie nuestros corazones.

2 comentarios:

CONVERSO dijo...

Hola pastor, muy bueno su comentario. Le dejo acá una frase que reflexiona en ese sentido.

Saludos.


"El enojo en particular es casi como un mal comportamiento profesional en el ministerio contemporaneo. Los pastores están enojados con sus líderes por no liderar y con sus seguidores por no seguir. Están enojados con aquellos que no vienen al templo porque no vienen y con aquellos que si vienen por no venir con entusiasmo. Están enojados con sus familias, que los hacen sentir culpables, y enojados con ellos mismos por no ser lo que ellos quieren ser. Este no es un enojo abierto, expresado o gritado, sino un enojo escondido detrás de palabras suavizadas, de caras sonrientes, y de apretones de manos respetuosos. Es un enojo frizado, que se transforma en un agrio resentimiento y lentamente paraliza un corazón generoso. Si hay algo que hace que el ministerio parezca oscuro y aterrador, es este enojo oscuro y gradial de los siervos de Cristo."

Henri Nouwen

Mark dijo...

¡Gracias! Muy buen comentario. Lo había leído antes y estoy muy de acuerdo.

Un abrazo,

Mark