martes, 14 de octubre de 2008

¿Hijos?

Santiago 1:2-3:  2 Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas,  3  pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia.

Uno espera tener dificultades en la vida, pero cuando llegan, uno no espera que duelan tanto.  En el último año de la vida de mi papi, sabíamos que iba a morir.  No sabíamos exactamente cuándo, pero estábamos más o menos seguros que era luego y probablemente dentro de ese año.  Él ya no era la misma persona.  Su mente no lo dejaba pensar o razonar bien.  Él ya no hablaba con sentido.  O sea, sabíamos que era lo mejor para él que se fuera para estar con Dios.  Pero en el momento en que sucedió, fue un tremendo choque para mí y me dolió hasta los huesos.

Hay muchas circunstancias de la vida que son así.  Uno puede saber que algo le vaya a pasar, uno puede estar preparado, pero cuando sucede, es terriblemente doloroso.

Creo que tenemos que hacernos la pregunta, ¿cuál es la mejor forma de enfrentar las dificultades de la vida?  Hay dos formas en realidad.  Uno puede enfrentar las dificultades como un huérfano.  Es decir, pensando que lo que le está pasando es al azar, que no tiene a nadie que lo acompañe, que está solo en el mundo, que si no sale por su propia fuerza, no va a salir.  Así nos sentimos la mayoría de las veces.

La segunda manera de enfrentar una dificultad es de entender que para los que tienen una relación personal con Cristo, no somos huérfanos, sino hijos amados, con un Padre Celestial que es soberano.  Lo que él anhela es que vivamos nuestras vidas en dependencia total de él.  Quiero citar a David McCarty, un hombre que ha sido de mucha ayuda y bendición para mí:

“¿Cómo reacciona un niño de tres años frente a la crisis financiera?  No tiene ni un pensamiento al respecto.  Él continúa disfrutando su vida diaria, confiando en que sus padres van a proveer para él, preocuparse por él, saben lo que es bueno y lo que es malo para la familia, porque el niño de tres años no tiene idea.”

Así debemos ser, como niños dependientes de nuestro Papi celestial, el que tiene TODAS las cosas en su control.  Efesios nos enseña lo siguiente:

Efesios 1:11  En Cristo también fuimos hechos herederos, pues fuimos predestinados según el plan de aquel que hace todas las cosas conforme al designio de su voluntad,

…o sea, todas las cosas….y que causa todas las cosas para el bien de quien lo ama.  Así vivió Jesús, en dependencia total y absoluta de su Padre y así quiere que vivamos nosotros.  Él vino a morir para que esa relación de dependencia fuera una realidad en nuestras vidas

Si estás viviendo como un huérfano, a lo mejor nunca has visto el amor del Padre por ti – el que mandó a su propio hijo para rescatarte de tus pecados y establecer esa relación de amor contigo.  O a lo mejor te has olvidado de tu estatus como hijo.

Aunque me dolió que mi papi muriera, estoy seguro que tengo un Padre Celestial que tiene esta circunstancia en sus manos.  Era el momento que mi papi tenía que dejar esta tierra porque su Padre Celestial lo quería así.  Y yo puedo conformarme con eso; que mi Padre Celestial me tiene en sus manos y me está guiando y cuidando.

Vivamos como hijos amados.

Romanos 8:15-16  15  Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: «¡ Abba! ¡Padre!»  16  El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios.

1 comentario:

Anónimo dijo...

INTERESANTE.